lunes, 30 de noviembre de 2009

La Celebridad es...


- Tratados de fama.
- Vida y obra de los artistas.
- El reconocimiento.
- Llamar la atención.


- Sin anonimato.
- El poder de la imagen.
- Lucir palmito en saraos.


- Adictiva y peligrosa.
- Niveles de prestigio.
- Obsesión de la posmodernidad.


- La gloria del foco y el flash.
- La vergüenza, en casa.
- Grados de escándalo.


- Cuando la vida privada se convierte en Patrimonio de la Humanidad.
- Hace falta muy poco para ser célebre hoy en día.
- Materia prima de los gossips.


- Carne de vilipendio.
- Seres comentados en peluquerías y corrillos.


- Tener fans.
- Ser llorado.


- Los excesos son más notorios que las virtudes.
- Modelitos de conducta, ejemplos disuasorios.
- Una mentira.


- Bah, yo también quiero.

domingo, 29 de noviembre de 2009

Rita


La leyenda de Hollywood se construyó con personalidades como Rita Hayworth.
No era una gran actriz, ni tenía demasiado talento, pero, en pantalla, resultaba sencillamente formidable.


¿Qué tenía Rita? Quizá la oportuna máscara de una estrella, impresa sobre una niña de nombre real Margarita Cansino.
En la Meca del Cine, la pulieron y la lanzaron como una mujer imponente, de sedoso cabello, ideal hembra de los años cuarenta.


El mito comenzó en "Gilda", melodrama noir ambientado en un alucinado casino de perdición, metáfora de la guerra que se vivía fuera.
Rita/Gilda conocía el pecado y, a ritmo de "Put the blame on Mame", se quitaba los guantes y entraba de lleno en los anales del erotismo cinematográfico.


Producto de la Columbia, que aspiraba convertirla en estrella del musical al lado de Fred Astaire y Gene Kelly, Rita trascendió cualquier etiqueta.


Ni actriz ni bailarina ni cantante; fue mucho más que eso. La Hayworth, mujer fatal, Afrodita del celuloide.


Orson Welles se casó con ella, y su turbulento matrimonio dejó una película como testigo.
En "La Dama de Shanghai", el gran Orson la tiñó de rubio y la torturó, hasta que ella no pudo soportar tanta genialidad.


Rita fue infeliz. Siempre dijo que los hombres se enamoraban de Gilda y, a la mañana siguiente, descubrían decepcionados que habían dormido con una mujer de verdad, sencilla, doméstica y tímida.
Su matrimonio con el príncipe Aly Khan fue la estocada definitiva en ese sentido.


Sus intentos de que la tomasen en serio, obsesión de tantos sex-symbols, encontraron buenas oportunidades, pero la enfermedad comenzó a devorarla desde los cuarenta y dos años.
El diagnóstico definitivo tardó demasiado tiempo. ¿Quién sabía lo que era el Alzheimer por entonces?


Rita no encontró mejor medicina para la senilidad que el alcoholismo.


La publicidad lo anunciaba: "No hubo otra mujer como Gilda".
Detrás, se escondía la verdadera Rita, tan secreta que nadie tuvo la oportunidad de conocerla jamás.

sábado, 28 de noviembre de 2009

"Pushing Daisies"


Comedia fantástica que mezcla lo macabro y lo delicioso, la risueña "Pushing Daisies" tiene la voluntad de crear un cuento de hadas televisivo.
Adicta a lo vintage y a las fantasías infantiles, se confiesa deudora de los atrezzados universos de Tim Burton.


El tiempo y el espacio en el que se desarrolla "Pushing Daisies" son netamente propios.
Y, por ello, en ese mundo encantado y encantador, todo es posible.


Los creadores de "Pushing Daisies" buscan ideas visuales de lo más alocadas y persiguen todo tipo de gadgets narrativos.
Abundan los nombres capicúas y/o cacofónicos (Coeur D'Coeurs, Darling Mermaids Darling), aderezando así la bucólica escenografía con un sentido del humor absurdista.


Su héroe, Ned el Pastelero, tiene exactamente el mismo poder que el protagonista de "Carnivàle", pero, en esta ocasión, ilustrado de una manera infinitamente más cómica.


De un toque, Ned puede resucitar a los muertos; tiene veinte segundos para dar otro toque y devolverlos al más allá.
Si no lo hace, el resucitado seguirá vivo, y otro incauto ser morirá en esos segundos.


En el primer episodio, Ned resucita a su amor de toda la vida, Charlotte Charles, apodada "Chuck". A ella no querrá devolverla a la muerte, pero nunca más podrá tocarla.


La imposibilidad del acercamiento físico hace el amor imposible, pero curiosamente burbujeante.


La muerte y las carencias vitales son vistas en este decoradísimo mundo de "Pushing Daisies" con un tono que se mueve entre la dulce melancolía y la pura maravilla.
No hay trauma en la vida, no hay sangre en la muerte.


Todo es un carrusel; sus personajes sufren lo justo, sus conversaciones son seriocómicas y su apetito se sacia con suculentas tartas.


Cada episodio de la serie, presenta una trama de asesinato.
El don de Ned lo hace ideal para investigar estos crímenes, aliado con el detective privado Emerson Cod.


Mientras, se desarrolla la relación entre el Pastelero y Chuck, vista con celos y tristeza por la camarera Olive Snook, enamorada secretamente de Ned.


Apoteosis de lo cute, "Pushing Daisies" es una confección equilibrada y bien manufacturada.
Sin embargo, no hubo demasiada suerte para esta serie en su andadura televisiva.


Su primera temporada se vio afectada por la huelga de guionistas; en cambio, recibió una promoción avasallante de la prensa especializada y tuvo notable presencia en los premios Emmy.


El regreso de "Pushing Daisies" fue desalentador, con una disminución progresiva de la audiencia; la ABC anunció su cancelación a finales de 2008, y sus tres últimos episodios fueron desterrados al verano.
Sus creadores pudieron introducir una conclusión. El cierre se nota apresurado, pero resulta más que digno.


Los motivos de porqué "Pushing Daisies" no logró hacerse hueco son muchos.
En primer lugar, se trata de una propuesta excesivamente extravagante para una cadena generalista, que la colocó en un horario muy competitivo.


Pero también "Pushing Daisies" es un plato que no resulta del gusto de todos los públicos. Así, el espectador puede pasar de la seducción de la imagen al atiborrado del colorín en cuestión de un instante.
Y, en algunos momentos de la serie, son más estimulantes las pretensiones que los tibios resultados finalmente obtenidos.


Sin embargo, para los devotos de los postres y para todos aquellos espíritus eternamente infantiles, "Pushing Daisies" es la serie ideal.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Locos por "Glee"


Es la palabra clave de la temporada.
En su primer año y con sólo once capítulos emitidos, "Glee" se ha hecho fenómeno de culto entre espectadores de todas las edades.


¿Pero qué significa? "Por su propia definición, Glee es abrirse a la alegría".


En el ambiente mediocre y triste del Instituto William McKinley de Ohio, esa sensación de regocijo es precisamente lo que hace falta.


Glee Club, banda musical dirigida por el profesor Will Schuester, funciona como una actividad extraescolar en dicho instituto.


Pero pertenecer a ese grupo significa estar en lo más bajo del estatus social del siempre cruel high school.
¿Qué importa más a los adolescentes? ¿La promesa de gloria que ofrece ese club o mantener la popularidad que brindan el fútbol y las coreografías cheerleader?


En este paisaje de la crisis, en este mundo de falsas promesas, hacerse mayor y perder son dos realidades que conciernen también a los jocks y a las animadoras.
Por ello, quizá la respuesta esté clara.


"Glee" toma prestado ese tono, entre emocionante y patético, de los concursos de nuevos talentos, donde tiernos jovenzuelos apuestan las cuerdas vocales y las ilusiones, síntoma de su incesante escape de la existencia que llevan.
Porque el musical posmoderno ya no expresa sólo los sentimientos de los personajes, sino su necesidad de fuga.


Confeccionada por Ryan Murphy ("Popular", "Nip/Tuck"), "Glee" insiste también en la obsesión norteamericana por las apariencias y la tendencia a la autoetiqueta, a pesar de que ésta acelere la infelicidad de manera manifiesta.
"Glee" nos cuenta que incluso la rareza puede convertirse en una máscara social bajo la que esconderse.


La riqueza de los personajes permite trascender los estereotipos habituales de las comedias high school.


Así, Rachel Berry, la talentosa y romántica heroína, es retratada como una sabelotodo insoportable, mientras la serie se muestra curiosamente compasiva con la pobre suerte de Quinn Fabray, su némesis e indiscutible abeja reina de las animadoras.


Incluso Sue Sylvester, la tremenda villana en chándal, decidida a acabar con el Glee Club, guarda secretos y sorpresas.


Con medio reparto proveniente de Broadway, "Glee" es un festival de canciones populares reinterpretadas genialmente.


Y, a veces, de una manera muy poco ortodoxa.
Valga como ejemplo ese episodio en el que los alumnos cantan y bailan bajo la inadvertida influencia de unas anfetaminas.


La serie también resulta una oportunidad para reafirmar la valía de dos catódicas tan adorables como Jane Lynch y la monísima pelirroja Jayma Mays.


Perfecta combinación entre la acidez de la sátira y la calidez del musical, "Glee" todavía tiene mucho que ofrecer. Y sospechamos que será aún mejor.