viernes, 31 de diciembre de 2010

Total Eclipse Of The 2010


Dentro de mucho tiempo, recordaré 2010.
Por entonces, escribiré que el mundo era distinto, no salían las cuentas, se filtraban documentos y, entre tanta pérdida, se ganó una vez.


Tal vez, no me acuerde que, en 2010, vi "Nip/Tuck".
Seguramente, olvidaré las tres mañanas donde me arrepentí de lo que había hecho la noche anterior.


Es casi seguro que me acuerde de mi abuela y el Cielo, porque fue la primera vez que lloré por la muerte de alguien.


Con toda probabilidad, deba hacer un esfuerzo para saber quién era Julia Stiles y porqué el apellido Sinde me provocaba telequinesis destructiva.


En el futuro, 2010 no parecerá muy diferente a 2009.
Ambos años serán evocados como la época en la que escribía menos de lo que debía, tuve que aplazar muchos sueños y, simplemente, decidí darle al download y compartir mis experiencias vitales y audiovisuales en la red social.


Pero lo recordaré como un buen año, porque era libre, tenía tiempo para ver todas las series y gozaba del suficiente entusiasmo para saltar en las camas.
Sí, me acordaré de 2010, bien y en paz, porque habré sobrevivido a la era menos favorable.
Y también habré sobrevivido a mí mismo, en los momentos de pena y desorientación y en los estados de alegría y placer.


Cuando recuerde 2010, rememoraré que seguía escribiendo artículos para el blog.
Esbozaré una sonrisa cuando me acuerde de lo que significaba en mi vida; el mejor modo que encontré para soñar, viajar y acercarme a quien no podía tocar.


Pensaré en 2010 dentro de mucho tiempo.
Sabré entonces que sólo empezaba a caminar, y que tenía más fuerza y talento del que me creía.


Y, al final, recordaré 2011, el año siguiente. Me reiré satisfecho, y me emocionaré más profundamente.
Porque será el año donde fui feliz, escribí a tope, pude comprarme cosas bonitas, vi ganar a los mejores, luché por la justicia, me enamoré finalmente y estuve aún más cerca de todos vosotros, mis queridos amigos.


Feliz Año Nuevo a todos, sin excepción.

(Mañana, empieza el futuro: tenemos un Maromo del Año que proclamar...)

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Bailar y Respirar con Gene Kelly


Fue la personificación del optimismo durante más de dos décadas.
Así, tanto la figura como el legado de Gene Kelly se suelen asociar exclusivamente con la alegría infecciosa del musical hollywoodiense.
Pero, en retrospectiva, la voluntad innovadora y el virtuosismo escénico de este genio danzarín trascienden las fronteras de cualquier género.


Pese a que fuera criatura del cine clásico, Gene lo liberó de muchas de sus ataduras y permitió que nuevos aires ventilaran lo más apolillado del sistema de estudios.


Desde muy joven, Gene sufrió la sublime necesidad de bailar hasta reventar.
De entre las bambalinas de Broadway, sería cazado por la Metro Goldwyn-Mayer, que lo colocó en su primera película: "For Me And My Gal".
Inseguro al lado de Judy Garland, Gene Kelly estaba convencido de que su debut cinematográfico sería un desastre.
Afortunadamente para todos, fue un presentimiento equivocado.


La Metro desperdició a Gene Kelly durante mucho tiempo, embarcándolo en películas indignas de su estatura.
"Cover Girl", y, sobre todo, "Levando Anclas" serían los primeros títulos que lo asentaban definitivamente como Apolo del musical.


En "Levando Anclas", cantaba junto a Frank Sinatra, bailaba al lado del ratón Jerry y, contagiada del entusiasmo, hasta la Academia lo nominaba al Oscar.


Tras dos años cumpliendo deberes militares en la Segunda Guerra Mundial, Kelly volvía a Hollywood, decidido a invitarlo a la danza, de una vez por todas.
Gene introdujo un estilo más terrenal y desenfadado que aquel alto copete de Fred Astaire, con quien se vería las caras en "Ziegfeld Follies".


El gran momento de Gene sucedía cuando volvía a vestirse de marinerito, y se encontraba con su alma gemela, el director Stanley Donen.
Fue quien mejor entendió a Gene Kelly, y le dio carta blanca para ocuparse por entero de la coreografía y la plástica de los momentos musicales.
Así, Kelly aparecía acreditado como co-director de "On The Town".


Por primera vez, el musical abría ventanas, derribaba puertas y salía a la calle.
Del asfixiante decorado hacia las posibilidades de la localización natural, "On The Town" vivía libre en las avenidas de Nueva York.
Sin casi pretenderlo, una película tan tontorrona se hacía hito del cine.


Otro cómplice de Gene Kelly en la Metro se llamaba Vincente Minnelli.
Tras coincidir en la incomprendida "El Pirata", volvían por sus fueros, y producían la colosal y un tanto pretenciosa "Un Americano en París".


Gene diseñó la opulenta danza final de quince minutos; resultó tan impresionante en su época, que hizo que "Un Americano en París" ganara un inmediato Oscar a la mejor película.


Dentro de ese irrefrenable buen pulso, un nuevo proyecto con Stanley Donen producía la obra capital del género.
En "Cantando Bajo La Lluvia", Gene Kelly repetía en la dirección, protagonizaba con su habitual encanto y orquestaba unos números inmortales.


En el baile definitivo, se topaba por primera vez con las piernas de la que sería su mejor pareja: la maravillosa Cyd Charisse.


Gene Kelly fue estrella por muchas razones. Entre otras, porque era un caballero terriblemente simpático. Y, además, estaba buenísimo.


Su genuina sonrisa todavía calienta el corazón y alienta el suspiro.
Y su exquisito culo ha despertado más admiradores que los ojos de Bette Davis.


Ante todo, Gene dejaba bien claro que el baile también es cosa de varones.


"Les Girls" fue su última película para la Metro, a finales de los cincuenta.
Libre del férreo contrato con el estudio, al que había dado inauditos picos de gloria, Gene se tropezaba con el cambio repentino de las modas y los amores del público.


El escapismo y las sonrisas no estaban en boga, y Kelly navegó desorientado.
Sus intervenciones como actor se espaciaban, mientras sus intentos de relanzamiento del musical en calidad de director y productor no terminaban de cuajar.


El toque final fue el fracaso de "Hello, Dolly!", opereta protagonizada por Barbra Streisand.
Se trataba de un carísimo mamotreto, que sufría de aquello que siempre temió Kelly: la pura polilla.


Sus últimos años en la profesión se centraron en los especiales televisivos y en la recopilación del legado Metro para las nuevas generaciones.
A la luz de las reposiciones, la importancia de Gene Kelly se hacía más evidente que nunca.


Siempre ofreció elegancia sin cursilería y diversión con honestidad.
El resto de los mortales decidimos soñar con prendernos de su mano y dejarnos llevar hasta esa felicidad que él juraba conocer.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Hollywood '10


Todo estaba dispuesto para que 2010 fuera el año más importante en la vida de Sandra Bullock.
Hollywood se sentía en deuda con esta auténtica superviviente de sí misma, y le daba el Oscar, a propósito de "The Blind Side".


Su marido, el motero Jesse James, la miraba con embeleso desde la platea.
No haría falta ni una semana para que el matrimonio se disolviese.


En un disclosure tan condimentado como el de Tiger Woods, se contaron los pecados de Jesse. Sus amantes eran todo lo contrario que Sandra; parecían variantes femeninas del rudo James.
No hubo posibilidad de perdón.


Sandra Bullock desapareció del panorama durante un tiempo y resurgió como sólo ella sabe, reconvirtiendo el fiasco personal en atención. Al final, volvió a sonreír.


Como todos, Sandra se confesó enamorada de Betty White.
El año en que fallecía Rue McClanahan, Betty, la única viva de "Las Chicas de Oro", recibía un cariño inmenso tanto de sus compañeros de profesión como de la audiencia de todo el mundo.


Se la consideró mito catódico, y la abuelita marchosa regresó a la pantalla, a los premios y a las eternas risas. En realidad, nunca se había ido.


Betty y Sandra habían coincidido en "The Proposal", comedia también protagonizada por Ryan Reynolds.


Ha sido un año favorable para Ryan, considerado el hombre más sexy del mundo por la revista People, mientras se prepara para el estreno de "The Green Lantern".


Como Sandra, el éxito profesional de Ryan no se ha conjugado con estabilidad sentimental. Hace unas semanas, se publicaba su separación de Scarlett Johansson.


En este 2010, la boda secreta se ha convertido en tradición.
Uniones esperadísimas como las de Harrison Ford y Calista Flockhart, Penélope Cruz y Javier Bardem ó Stephen Moyer y Anna Paquin han preferido emplazarse a las escapadas misteriosas, libres de prensa y lejos de los apoteósicos bodorrios de antaño.


No ha sido buen año para comedias románticas ni para remakes ni para nombres infalibles.
Ante los múltiples rivales de las salas, la apuesta ha sido producir películas que hay que ver por narices en la pantalla de cine.
La espectacularidad envolvente se ha hecho la mejor estrategia.


"Avatar" recuperaba las gafas 3-D y, en cuestión de semanas, se convertía en la película más taquillera de la Historia.
Pese a la descomunal popularidad, su infantiloide contenido no terminó por convencer.
Así, en los Oscars, James Cameron no repetía, ni por asomo, la victoria de "Titanic".


La noche de los dorados premios se hacía cosa de Kathryn Bigelow.
Gracias a la impresionante "The Hurt Locker", la Bigelow se convertía en la primera mujer directora que es reconocida con el más alto honor de la industria.


Pese a todo, 2010 ha sido el año del 3-D, y la mayoría de las superproducciones han apresurado a reconvertirse al formato.


Otros títulos han preferido atrapar con buenas dosis de talento y poder hipnótico, sin necesidad de la ilusión del relieve.


Irrumpían dos fashion operas: la seductora y sensible "A Single Man", y la arrasadora y terriblemente entretenida "Inception".


Crecían los fans de la fascinante Marion Cotillard y de los guapísimos Joseph Gordon-Levitt y Tom Hardy.
Pero era Leonardo DiCaprio quien se confirmaba en un alza inmejorable.


La película del Facebook, "The Social Network", se hacía una de las sorpresas del año; un estilo de cine que no necesita de mayor relumbrón más que su propia inteligencia.


Otro idilio entre público y crítica se llamó "Toy Story 3", que emocionó más que ningún otro título de 2010.


Un momentazo del año sucedía en los juzgados. La protagonista era, por supuesto, Lindsay Lohan.


Su desesperada llorera ante el inevitable encarcelamiento parecía el capítulo definitivo.
Pero las últimas noticias sobre sus rabietas en el rehab no expresan ningún final para los cuentos de Lindsay.


Y, como no hay vida sin dolorosa despedida, 2010 ha estado punteado por los fallecimientos de grandes personalidades.


Aún así, el recuento no ha sido tan trágico como el de 2009; salvo el caso de Corey Haim, todos se han ido con un montón de años vividos y la satisfacción del deber cumplido.
Patricia Neal, Leslie Nielsen, Tony Curtis, Dennis Hopper, Lena Horne, John Forsythe, Gloria Stuart; adiós, magníficos.


La querida Jill Clayburgh perdía su batalla contra la leucemia a los sesenta y seis años, mientras Vanessa Redgrave volvía a llorar, al perder a sus hermanos Lynn y Corin.
Dos imprescindibles directores como Arthur Penn y Blake Edwards también nos han dicho adiós.


A este lado del Atlántico, fallecían Eric Rohmer, Dino de Laurentiis, Mario Monicelli y el decisivo Luis García Berlanga.


Para todos los demás, la vida sigue y el cine debe continuar.
Ahora, sólo deseamos otro año tan brillante y lleno de buenos momentos como ha sido el 2010.


Hollywood será muchas cosas, pero jamás aburre. Que los focos y las miradas lo iluminen por siempre.